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Mitos y Leyendas
MITOLOGÍA GRECO-LATINA
Dioses olímpicos: Efesto/Vulcano
Naturaleza y hechos de Efesto
festo (Vulcano para los romanos), es el dios herrero,
del fuego; era adorado en Grecia por los artesanos, escultores y trabajadores de
la metalurgia.
Hefesto no era bien parecido, nació muy enclenque y su madre Hera, disgustada, lo arrojó desde la cima del Olimpo para librarse de la vergüenza que le causaba su lamentable aspecto. Pero sobrevivió a esa desventura sin daño físico porque cayó en el mar, donde Tetis y Eurinome, que estaban cerca, lo salvaron. Estas amables diosas lo retuvieron en su gruta submarina, donde instaló su primera fragua y recompensó la bondad de las diosas haciéndoles objetos ornamentales y útiles de todas clases.
La fragua de Vulcano (Hefesto), obra de Velázquez - Museo del Prado
En una ocasión, cuando ya habían transcurrido nueve años, Hera se encontró con Tetis, quien llevaba por casualidad un broche hecho por Hefesto, y le preguntó donde había encontrado esa joya tan maravillosa. Tetis vaciló antes de contestar, pero Hera le obligó a decir la verdad. Inmediatamente llevó a Hefesto de vuelta al Olimpo, donde lo instaló en una fragua mucho mejor, con veinte fuelles que trabajaban día y noche, le agasajó y arregló su casamiento con Afrodita.
Hefesto se reconcilió con Hera que se atrevió a reprochar al propio Zeus que la hubiera colgado del Cielo por las muñecas cuando se rebeló contra él. Pero el silencio habría sido más conveniente, porque Zeus, airado, lo arrojó por segunda vez desde el Olimpo. La caída duró todo un día, y cuando golpeó la tierra en la isla de Lemnos se rompió las dos piernas y, aunque era inmortal, quedaba poca vida en su cuerpo cuando lo encontraron los isleños. Luego Zeus le perdonó y admitió otra vez en el Olimpo, pero había quedado cojo y sólo podía andar con muletas de oro.
Efesto, de Rubens
Hefesto, aunque de gran fealdad y mal carácter, tenía mucha fuerza en los brazos y hombros y toda su obra era de una habilidad sin rival. En una ocasión hizo una serie de mujeres mecánicas de oro que le ayudaban en su fragua; podían incluso hablar y realizar las tareas más difíciles que él les encomendaba. Poseía una serie de trípodes con ruedas de oro alineados alrededor de su fragua, y esos trípodes podían moverse por si solos y acudir a una reunión de los dioses regresando del mismo modo.
Fuentes: Robert Graves, Los Mitos Griegos; Isaac Asimov, Las palabras y los mitos; René Ménard, Mitología Greco-latina.